lunes, 23 de abril de 2007

VIDA DESPUÉS DE MUERTE

VIDA DESPUÉS DE MUERTE

Este título probablemente ha penetrado en la mente de algunos avizorando el planteamiento de un tema puramente religioso o tal vez apocalíptico, sin embargo no es así. Lo que puedo afirmar es que este artículo pretende ser un vocero más (de los pocos que hubiera) de una doctrina concienzuda, solidaria y nada aplicable en nuestros tiempos: La Donación de Órganos.

El domingo 15 de este mes vi un reportaje en el programa “Cuarto Poder” en el cual una niña provinciana de diez años aproximadamente, acostada en una camilla, daba cátedra de valentía y optimismo a una conmocionada periodista y por consiguiente a un incontable número de televidentes; pues luego de varios meses en espera de un riñón, éste le fue provisto por unos padres que en un acto de doloroso desprendimiento optaron por donar uno de los órganos de su hija recientemente fallecida.

Todo un cruce de sentimientos opuestos se contrastaron en ese nosocomio, por un lado la lamentable infelicidad de una pareja, por la partida final de su hija , pero que en compensación pudieron devolverle la vida a otra menor cuya madre no sabe hacer otra cosa más que agradecer tan mesiánico acto.

¿Con qué frecuencia sucede lo antes relatado? ¿Una o dos veces al año? Más no creo, y todo por la desnaturalizada decisión con un NO a la pregunta: ¿Desea donar sus órganos?...

Unos se escudan en la religión, que no pueden donar sangre sencillamente porque no es permisible. ¡Qué estupidez! Como si existiera dios alguno que prohiba un acto tan humano como éste.


Otros creen protegerse de una muerte deliberada por parte de algún mediocre o negligente doctor. ¡Semejante irracionalidad! Sin necesidad de estar en una sala de operaciones, a la muerte se la puede encontrar con un simple resbalón en la ducha y se acabó. La vida se detiene cuando ella misma lo decide.

Y por último, aún existen retrógrados ritualistas que en un hecho de puro egoísmo desean llegar completos a su sepultura. ¡Sin comentario!
Por ello afirmo y me ratifico en ello (sin ánimo de profeta) que después de la muerte SÍ hay vida y ello depende de la voluntad de cada uno de nosotros. ¡Seamos más humanos!